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Comentario de texto, pautas y recomendaciones

Comentario de texto, pautas y recomendaciones

La finalidad del comentario de texto es valorar determinadas capacidades, como la comprensión, reflexión, crítica o expresión, esenciales para aprovechar con éxito estudios posteriores. Para una correcta ejecución, es preciso saber delimitar lo sustancial de lo accesorio y tener conocimientos previos suficientes para emitir juicios valorativos justificados y razonados.

El comentario de texto es una técnica de trabajo. El estudiante debe captar el contenido de un pasaje, entender su organización, valorarlo y enjuiciarlo en función de sus conocimientos previos sobre el tema o la materia a la que se refiera. A diferencia de otros ejercicios académicos, su finalidad no es tan sólo evaluar la formación adquirida por el estudiante en una asignatura curricular.

Tal y como se plantea tiene un carácter interdisciplinar. El alumno debe demostrar que tiene una serie de capacidades imprescindibles para progresar de forma adecuada en los estudios superiores. No busca fomentar la capacidad memorística del estudiante, sino desarrollar su capacidad de relacionar lo que el texto dice con otras facetas de sus conocimientos humanos e intelectuales. En su ejecución se establece una relación racional entre los contenidos que se aprenden y los conocimientos que ya se tenían. Este ejercicio se enriquece con los conocimientos de vocabulario y lenguaje del estudiante junto con su capacidad reflexiva y crítica. Es necesario pues que el alumno demuestre que domina determinadas habilidades.

"Redacte un breve resumen del texto", "elabore un esquema que ponga de relieve las ideas principales", "analice el contenido de este fragmento", "efectúe un comentario crítico", "exponga su opinión de forma argumentada". Éstas son algunas de las cuestiones que se plantean con más frecuencia a los estudiantes en los ejercicios de comentario de texto. En cada una de ellas es necesario que el alumno demuestre que domina determinadas habilidades.

Resumen y esquema

El resumen evalúa la capacidad de síntesis y comprensión del estudiante, su habilidad para elaborar un nuevo texto que reduzca la información del fragmento propuesto y contenga las ideas esenciales. Un buen resumen debe ser breve, claro, objetivo y preciso, estar redactado de forma coherente y lógica y con un lenguaje propio.

Con el esquema, el alumno demuestra una capacidad de análisis suficiente, que le permite extraer y jerarquizar las ideas principales del texto y establecer las relaciones adecuadas entre ellas. El esquema debe mostrar de modo ordenado el contenido y reflejar la estructura general con conceptos o palabras claves.

Errores frecuentes: exponer ideas muy largas, aportar un punto de vista subjetivo, decir lo mismo que el texto pero con otras palabras o trasladar de forma literal los contenidos, utilizarlo como pretexto para exponer los conocimientos sobre un tema, omitir partes esenciales y extenderse de modo excesivo con datos irrelevantes, utilizar expresiones como "el autor dice", "termina con", etc.

Análisis

Un correcto análisis demuestra que el estudiante es capaz de identificar textos de diferentes géneros y los rasgos lingüísticos, literarios o de estilo más característicos que lo clasifican en una determinada tipología. El alumno debe situar al autor y a su obra en su contexto histórico, social y cultural y determinar la modalidad textual del fragmento (narración, descripción, exposición, etc.) y la disciplina a la que pertenece (científica, periodística, literaria, etc.).

Errores frecuentes: limitarse a un análisis lingüístico del texto, emitir valoraciones sobre el contenido, aprovechar el análisis para desarrollar otros temas de la asignatura.

Crítica del texto

La parte crítica evalúa la capacidad para emitir un juicio sobre el texto. El alumno debe asentir, disentir o matizar las ideas propuestas y asociar el contenido con otros conocimientos previos sobre la materia. Es necesario que interprete de forma correcta el sentido y la intención del autor y que exponga su propia opinión de manera argumentada. También puede sugerir posibles soluciones o alternativas a los temas propuestos basados en información adicional que se tenga sobre el asunto.

Errores frecuentes: expresar conocimientos generales que se puedan aplicar a cualquier texto, adoptar un tono polémico o agresivo, valorar o enjuiciar con opiniones no justificadas, limitarse a criticar con expresiones tipo "estoy de acuerdo con" o "no opino lo mismo".

Criterios de corrección

Los aspectos más valorados por los examinadores al corregir un comentario de texto son los siguientes:

-Corrección formal, ortográfica y gramatical de la redacción.
-Precisión, claridad y brevedad en la exposición.
-Riqueza de estilo, variedad léxica y uso apropiado del vocabulario.
-Orden y coherencia de las ideas expuestas.
-Argumentación basada en hechos o casos reales que demuestren conocimientos previos.
-Buena presentación, con párrafos cortos y limpieza.
-Capacidad de observación y deducción de ideas no expresadas de forma verbal.

Comentari de Text

Us presento un article excel.lent publicat per Hernan Casciari al seu bloc Orsai. El que hem de fer és: llegir-lo amb cura, fer un resum (mig full), una sinopsi (una o dues línies, com si li expliquessis a un amic de qué va), i un recull de totes les idees que es poden extreure del text.

Los justos
Hernán Casciari | 2 de febrero, 2006

Los miércoles a las nueve de la noche, hora de Nueva York, la cadena norteamericana ABC emite una serie de televisión que me gusta. A esa misma hora un mexicano llamado Elías, dueño de un vivero en Veracruz, la está grabando directamente a su disco rígido, y tan pronto como acabe subirá el archivo a Internet, sin cobrar un centavo por la molestia. Tiene esta costumbre, dice, porque le gusta la serie y sabe que hay personas en otras partes del mundo que están esperando por verla. Lo hace con dedicación, del mismo modo que trasplanta las gardenias de su jardín para que se reproduzca la belleza.


A las once de la noche de ese mismo miércoles, Erica, una violinista canadiense de venticuatro años que ama la música clásica, baja a su disco rígido la copia de Elías y desgraba uno a uno los diálogos para que los fanáticos sordomudos de la serie puedan disfrutarla; distribuye esos subtítulos en un foro tan rápido como puede. No cobra por ello ni le interesa el argumento: lo hace porque su hermano Paul nació sordo y es fanático de la serie, o quizás porque sabe que hay otra mucha gente sorda, además de su hermano, que no puede oír música y debe contentarse con ver la televisión.

A las 3:35 de la madrugada del jueves, hora venezolana, Javier baja en Caracas la serie que grabó Elías y el archivo de texto que redactó y sincronizó Erica. Javier podría ver el capítulo en idioma original, porque conoce el inglés a la perfección, pero antes necesita traducirlo: siente un placer extraño al descubrir nuevas etimologías, pero más que nada le place compartir aquello que le interesa. Para no perder tiempo, Javier divide el texto anglosajón en ocho bloques de tamaños parecidos, y distribuye por mail siete de ellos, quedándose con el primero.

Inmediatamente le llega el segundo bloque a Carlos y Juan Cruz, dos empleados nocturnos de un Blockbuster boneaerense que suelen matar el tiempo jugando al ajedrez, pero que ocupan los miércoles a la madrugada en traducir una parte de la serie, porque ambos estudian inglés para dejar de ser empleados nocturnos, y también porque no se pierden jamás un capítulo.

El tercer bloque de texto lo está esperando Charo, una ceramista de Alicante que está subyugada por la trama y necesita ver la serie con urgencia, sin esperar a que la televisión española la emita, tarde y mal doblada, cincuenta años después. El cuarto bloque lo recibe María Luz, una tipógrafa rubia y alta que trabaja, también de noche, en un matutino de Cuba: María Luz deja por un momento de diseñar la portada del diario y se pone rápidamente a traducir lo que le toca. Dice que lo hace para practicar el idioma, ya que desea instalarse en Miami.

El quinto bloque viaja por mail hasta el ordenador de Raquel y José Luis, una pareja andaluza que vive de lo poco que le deja una librería en el centro de Sevilla. Llevan casados más de venticinco años, no han tenido hijos, y hasta hace poco traducían sonetos de Yeats con el único objeto de poder leerlos juntos, ella en un idioma, él en otro. Ahora, que se han conectado a Internet, descubrieron que además de buena poesía existe también la buena televisión.

El sexto bloque le llega a Ricardo, en Cuzco: Ricardo es un homosexual solitario —y muchas noches deprimido— que traduce frenéticamente mientras hace dormir a su gato Ezequiel. El séptimo lo recibe Patrick, un inglés con cara de bueno que viajó a Costa Rica para perfeccionar su español, lo desvalijó una pandilla casi al bajar del avión pero igual se enamoró del país y se quedó a vivir allí. Y el octavo bloque le llega, al mismo tiempo que a todos, a Ashley, una chica sudafricana de madre uruguaya que es fanática de la serie porque le recuerda (y no se equivoca) a su libro favorito: La Isla del Tesoro.

Los ocho, que jamás se han visto las caras ni tienen más puntos en común que ser fanáticos de una serie de la televisión o de un idioma que no es el materno, traducen al castellano el bloque de texto que le corresponde a cada uno. Tardan aproximadamente dos horas en hacer su parte del trabajo, y dos horas más en discutir la exactitud de determinados pasajes de la traducción; después Javier, el primero, coordina la unificación y el envío a La Red. Ninguno de los ocho cobra dinero para hacer este trabajo semanal: para algunos es una buena forma de practicar inglés, para otros es una manera natural de compartir un gusto.

A esa misma hora Fabio, un adolescente a destiempo que vive en Rosario, a costas de sus padres a pesar de sus 23 años, encuentra por fin en el e-mule la traducción al castellano del texto. Con un programa incrusta los subtítulos al video original, desesperado por mirar el capítulo de la serie. A veces su madre lo interrumpe en mitad de la noche:
—¿Todavía estás ahí metido en Internet, Fabio? ¿Cuándo vas a hacer algo por los demás, o te pensás que todo empieza y termina en vos?
—Tenés razón mamá, ahora mismo apago —dice él, pero antes de irse a dormir coloca el archivo subtitulado en su carpeta de compartidos para que cualquiera, desde cualquier máquina, desde cualquier lugar del mundo, pueda bajarlo. Fabio jamás olvida ese detalle.

Los jueves suelo levantarme a las once de la mañana, casi a la misma hora en que Fabio, a quien no conozco, se ha ido a dormir en Rosario. Mientras me preparo el mate y reviso el correo, busco en Internet si ya está la versión original con subtítulos en español de mi serie preferida, que emitió ocho horas antes la cadena ABC en Estados Unidos. Siempre (nunca ha fallado) encuentro una versión flamante y me paso todo el resto de la mañana bajándola lentamente a mi disco rígido, para poder ver el capítulo en la tele después de almorzar. Mientras espero, escribo un cuento o un artículo para Orsai: lo hago porque me resulta placentero escribir, y porque quizás haya gente, en alguna parte, esperando que lo haga.

El artículo de este jueves habla de Internet. Dice, palabras más, palabras menos, algo que hace venticinco años dijo Borges mucho mejor que yo, en un poema maravilloso que se llama Los Justos:
“Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.

El que agradece que en la tierra haya música.

El que descubre con placer una etimología.

Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.

El ceramista que premedita un color y una forma.

Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.

Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.

El que acaricia a un animal dormido.

El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.

El que agradece que en la tierra haya Stevenson.

El que prefiere que los otros tengan razón.

Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.”